
Del horno vulcanizador al horno de cemento
Sale del horno vulcanizador, calientita aún, con todas las capas de caucho, acero y otros 15 a 20 componentes textiles. Forjados y fusionados para siempre.
Fabricar la llanta implicó un proceso de abastecimiento y transformación de materiales. La llanta será inspeccionada, empaquetada y enviada a una fábrica de vehículos. O a un punto de venta donde será instalada, balanceada y alineada en un auto o camión. Huele aún a nueva la llanta, su dibujo se aprecia impecable.
Rodará por calles, carreteras y caminos, a temperaturas de congelamiento o de insoportable calor. Verá tal vez la montaña y el océano, la ciudad y el campo. Perderá juventud y lozanía a un ritmo extremadamente veloz. En un promedio de tres a cinco años, esta llanta quedará inservible para caminar un kilómetro más.
Será entonces desechada, junto con un estimado de dos mil millones de llantas cada año en el mundo. Pero su vida será larga como un problema ambiental y de salud pública.
Hasta hace unos pocos años, nuestra llanta tendría una probabilidad alta de quedar amontonada por años en tiraderos. O incluso en las calles y los patios de algunas viviendas. Al aire libre, este producto que fue de gran utilidad se convierte en un gran peligro. Su capacidad para contener agua y convertirse en un nido de mosquitos tiene un efecto directo en la salud pública. Con los insectos se propagan brotes de dengue y chikungunya, entre otras enfermedades.
¿Qué pasa cuando se acumulan las llantas usadas?
La consecuencia de que un tiradero de llantas se incendie es catastrófica. El material es muy inflamable y a menudo se quema por días. Los efectos de contaminación del aire para comunidades vecinas al incendio son incalculables.
En 2016, un incendio cerca de Toledo, España, consumió más de 100 mil toneladas de llantas por un espacio de casi tres semanas. Esta combustión imperfecta, mal controlada, provocó el desalojo temporal de miles de personas.
La vida de una llanta es mucho mayor de lo estrictamente necesario; hay que decirlo sin temor a ofender su corazón de acero. Cada año, casi tres mil millones se fabrican en el mundo, haciendo que los automóviles y las economías corran a más velocidad. 95 millones de autos y camiones nuevos se fabrican en el planeta. Cada uno va necesitar entre cuatro y 36 llantas, desde automóviles hasta tractocamiones y remolques largos. Además hay contar a los tractores, motocicletas y una larga lista de vehículos que usan llantas. ¿Qué hacer con todo ese hule cuando se desgasta? Asegurar que cumpla una vida circular, del horno vulcanizador al horno de cemento.
¿Qué tipo de llantas?
Las llantas para vehículos suelen tener tamaños mínimos de 40 cm de diámetro total, pero existen algunas de más de 4 metros. El peso va desde 6 kg hasta 5.4 toneladas, más que un elefante. De ese tamaño son las llantas que mueven a los grandes monstruos que se utilizan en la industria minera.
En México se fabrican 33 millones de llantas al año, pero se consumen cerca de 40 millones. 16 millones para autos nuevos y cerca de 24 millones como repuestos. Además, entran por canales informales de cientos de miles de llantas usadas a la zona fronteriza. En 2009, el gobierno mexicano realizó una campaña para hacerle frente a cerca de 100 millones de llantas tiradas a lo largo de la frontera.
Una solución de economía circular
Hoy, nuestra llanta que ha recorrido este largo camino tiene finales dignos. Puede ser utilizada como sustrato en caminos y vías férreas. Pulverizada, puede servir como base para impermeabilizantes, bloques de construcción e incluso prendas de vestir. O bien, sus materiales y potencial calorífico pueden ser aprovechados al 100% en el coprocesamiento.
Además, la tecnología del coprocesamiento aprovecha el acero, las fibras y otros componentes de los residuos como materia prima. De esta forma, del horno vulcanizador al horno de cemento, la llanta se reintegra a la economía circular. Hoy desgastada, se alimenta a otro proceso productivo, la fabricación de cemento.
En Estados Unidos y Europa, hasta 40% de las llantas usadas se aprovechan para el coprocesamiento. Esta tecnología es validada y recomendada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a través del Convenio de Basilea. Esta considerado por expertos como una de las mejores formas para manejar llantas usadas.